Hay un saco de soledades
apegado a tus manos,
a tus manos de plomo
que cargan cuerpos,
solitarios,
sin cetros.
Hay un amor destilando
en las neuronas serpentinas
de tu aorta,
y el frío del invierno
incrementa tal pujanza.
Pero este verano,
¡cuando vengáis!
te calentaré,
pondré el sol
en tu sombra,
sanaré esos días
de gatos que llevabas
y limpiaré con mis uñas
esa enfermedad que adoleces.
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